Las redes comunitarias representan la posibilidad de que una comunidad debata, decida e instale su propia tecnología de comunicación en red. Las formas de alcanzar este objetivo son tan diversas como las comunidades en sí e implican complejidades técnicas, de gobierno, de sostenibilidad de la formación, entre otras.
Existen guías que ayudan a trabajar en todas estas etapas. Otras materias separan el trabajo técnico del trabajo educativo o político. Esta división de papeles a menudo reproduce los papeles de género tan comunes en nuestra sociedad: Los hombres configuran los equipos y las mujeres cuidan del proceso de aprendizaje.
Esta separación no nos interesa. Somos mujeres y queremos trabajar con mujeres, en todas las fases del proceso, sin ignorar que la tecnología es política. Como feministas negamos que los diferentes conocimientos puedan jerarquizarse de una forma en la que la ‘tecnología’ se resuma a los conocimientos técnicos digitales en oposición a estos procesos. Tampoco creemos que el papel de manipular las tecnologías digitales pertenezca a los hombres y que los papeles de cuidar el proceso de aprendizaje, la articulación, la comida, y las demás tecnologías necesarias para implementar una red comunitaria sean papeles obviamente femeninos.